Fue un gran partido.
Una gran final.
He visto aficionados del Arsenal en llanto.
Un niño que mostró la televisión exteriorizaba tanto dolor.
Claro, un viaje tan largo, ver a su Arsenal dominar el primer tiempo, imponerse al Chelsea en posesión y en oportunidades de gol, para luego al finalizar el partido llevarse una derrota por goleada, no es nada sencillo de digerir.
Y los medios no ayudan mucho porque, en general veneran al ganador, y le inventan más de lo que ha hecho, y destrozan al derrotado, y le quitan mucho de lo bueno que hizo.
Porque la historia generalmente la escribe el ganador o los exitistas que se benefician del ganador.
Este partido fue muy bueno, pero lo que lo hizo inolvidable para mí fue ver como en un zoom esa dualidad entre la victoria y la derrota.
Lo que lo hizo inolvidable antes que todo fue la tristeza y el dolor de este niño que trataba de secar sus lágrimas cuando lo enfocó la televisión. Y las lagrimas de otros aficionados del Arsenal. Y las caras de tristeza de tantos hinchas del Arsenal.
Pero en paralelo fue inolvidable ver al Chelsea y a sus hinchas gozar con justicia con su triunfo brillante, porque supieron aguantar cuando fueron dominados y se impusieron con contundencia cuando tuvieron sus oportunidades.
Y allí está la esencia de la enseñanza inolvidable de este partido. En la vida tenemos que aprovechar nuestros momentos felices cuando vemos todo fácil, caundo tenemos la creatividad disparada, cuando podemos marcar goles para nuestras vidas. Y debemos tener claro que, si no marcamos esos goles, si no aprovechamos nuestros momentos felices podemos perder como el Arsenal. Porque en la vida competimos todo el tiempo, no sólo en deportes sino fundamentalmente en lo profesional o en el mundo de los negocios.
En el Big Picture del deporte ganamos todos. Vamos hinchas del Arsenal, ustedes también ganaron. Deportivamente ganó el Chelsea, integralmente ganamos todos.
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